Y dio otro bocado. Emitió un suave gruñido de satisfacción mientras un hilillo rojizo se escapaba por las comisuras de su boca. Todo le daba igual. La tierna carne le sabía a gloria.
Con una sonrisilla se dispuso a atacar de nuevo. Ante la mirada de su colega, se limpió con un dedo las comisuras, pero en vez de usar una servilleta, chupó su índice con esa sonrisa de satisfacción siempre en su boca. Esa boca que dio otro bocado. Y otro. Y otro.
Hasta que no quedó nada de la tierna ternera en el plato.
Vuelven los Relatos en Cadena. En su tercera semana, vuelvo a escribir. Y esperemos que siga así varias semanas.
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